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Cuento Ciencia-Ficción

 

Conviviendo en un mundo virtual...

Cuando era chica, tuve la posibilidad de hacer un intercambio con la escuela a….

-¿Qué es un intercambio mami? Preguntó mi hijo mayor. Es lo que se hacía a fin de año todos los años en los institutos. Donde los alumnos con mejores calificaciones tenían la posibilidad de intercambiar su hogar, sus costumbres y una nueva familia durante un tiempo determinado con otra persona para experimentar cosas nuevas.

 

En 2020 gracias a mis calificaciones, tuve la posibilidad de hacer un intercambio con una chica de Dubái, un país que hasta entonces sólo lo conocía de nombre. Iba a ser una experiencia única y totalmente nueva, porque iba a conocer una vida totalmente distinta.

 

Sin embargo… En mi interior pensaba que me iba a poder adaptar a los cambios.

-¿Tan distinto era a donde vivías con los abuelos? Preguntó Kalel–Cuéntanos más. Dijo el más pequeño.

 

Yo vivía en un pueblo pequeño, a las afueras de las ciudades. Allí nos conocíamos todos, y ni siquiera existía eso del celular.

 

Era costumbre del pueblo juntarnos a la noche, hacer una fogata y contar historias. -¿Qué es una fogata ma? Preguntó el mayor. –Déjala que siga hablando. Acotó Nicolás, que ya estaba cansado de las preguntas de su hermano. Una fogata era donde nos juntábamos a contar cosas vividas, a comer, tocar la guitarra y cantar canciones.

 

Todas esas cosas que viví en mi infancia hicieron que me llamara aún más la atención, el nuevo lugar a donde fui… Cuando llegue, lo primero que vi fue un avión. Y cuando pregunté en dónde estaba me respondieron que me encontraba en el aeropuerto de Dubái.

 

Unos minutos después vi llegar a mi nueva “familia” (los reconocí, ya que en la escuela me habían mostrado una foto de ellos, y por otra parte, ellos tenían una foto mía). Apenas los vi, note que eran muy cerrados y se encontraban muy aislados entre ellos, ya que cada uno estaba con su celular y ni se hablaban. Con suerte alejaron la vista de esas pantallas para buscarme, la primera sensación que tuve fue que no me iba a gustar aquel ambiente.

 

Una vez llegados a la casa (lo que yo consideraba mansión, comparado a mi pequeña cabaña, allí en Tucumán) observé que era un mundo totalmente diferente a mi vida cotidiana. Estaba repleto de millones de cosas que ni siquiera sabía sus nombres, y mucho menos su función. En las paredes había cuadrados negros gigantescos, que con un simple aparato diminuto, se encendía y aparecían distintas cosas, según el botón que presionaras.

 

–Mamá, eso eran televisores plasmas? Preguntó Nicolás. Sí hijo, ahora lo sé, pero en aquel momento todo era absolutamente distinto para mí, no como ahora que es cotidiano para nosotros.

 

Después de pasar la tarde explorando la casa y principalmente todas sus funciones, decidí salir afuera y conocer mi ciudad temporal. Le pregunté a Jorge (mi padre temporal) cuál era la calle que debía tomar para llegar a una plaza. Él sorprendido por mi pregunta, me dijo. –Aquí no se sale, ni siquiera para ir al supermercado.

 

Y yo atónita le pregunté cómo hacían los mandados sin salir de la casa. Él me contestó como si yo hubiese hecho una pregunta obvia. que ellos tenían mercados virtuales manejados por robots.

 

Luego me contó que para lo único que salían era para venerar a su presidente, un tal Cassimiro. Al terminar esa breve conversación me quede totalmente intrigada por saber quién era Cassimiro y por qué era tan importante como para que las personas solamente salgan a admirarlo.

 

Al momento de dormir, todos estaban con esas cosas tecnológicas y ni se iban a dar cuenta si me escapaba o no, ya que no me prestaban atención. Finalmente decidí escaparme y conocer esa ciudad de locos.

 

Al salir confirmé lo que me había dicho Jorge, nadie salía de sus casas, ni para sacar a pasear a sus perros-robots. Después de caminar unos pasos, observé árboles totalmente artificiales, y hechos de metal. También me llamaron mucho la atención las casas ya que eran gigantes con portones y puertas eléctricas, pasto falso y personas encerradas en un mundo virtual.

 

Toqué timbre en una casa, pero nadie respondió (se ve que no están acostumbrados a recibir visitas). Continúe mi camino en busca de Cassimiro, toque el timbre en otra casa y me atendió una mujer de aspecto muy amable. Me preguntó qué era lo que estaba haciendo a esa hora despierta, y yo le dije que no me podía dormir porque tenía varias dudas con respecto a esa ciudad. Ella muy amablemente me dijo que le preguntará lo que necesite. Segundos después le pregunté por qué había sol si era de noche, y me respondió que era un sol artificial, que vivían en una burbuja…. Aislados.

 

La señora me dijo que si tenía más dudas que consulte con Cassimiro, y yo le dije que era a quien justamente estaba buscando, pero no sabía dónde encontrarlo, así que me dijo dónde hallarlo y cerró la puerta.

 

Fui a donde ella me dijo y había guardias robots frente a ese enorme lugar, me acerque y ni notaron mi presencia, por esto seguí caminando como si nada hubiera pasado. Y en unos instantes me encontré junto a una gigantesca puerta, la abrí y vi a un robot gigante que tenía cámaras en todas las calles, y estaba repleto de computadoras, teles, y otros objetos.

 

No entendía por qué malgastaban su tiempo en todos esos aparatos, en vez de pasar momentos en familia y amigos, todos unidos. Después de ver esto, no tuve ganas de conocer a Cassimiro ni de quedarme en ese lugar.

 

Definitivamente me estaba volviendo loca con tanta tecnología y cosas que aún no terminaba de descifrar, así que por lo tanto decidí volverme a mi verdadera casa, en mi hermoso pueblo. Esta decisión no les afectó en nada a mis padres temporales, ya que siguieron con sus vidas como si nada hubiese pasado.

 

Al llegar a mi hogar, lo primero que hice fue abrazar a mis padres, y apenas vi con más detalle, me di cuenta que mi pueblito se estaba convirtiendo en la burbuja, de la cuál acababa de escapar.

 

Todo siguió evolucionando y yo hasta el día de hoy sigo llorando por haber perdido  aquella vida que viví de niña.

 

Esta historia se las cuento para que sigan siendo unos hermanos unidos y no como aquellas familias falsas que se encierran en sus mundos, conviviendo en un mundo virtual.

 

 

Lucía Valdix y Agustina Bolaño

 

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